A veces,
mi egoísmo
me llena de maldad,
y te odio casi
hasta hacerme daño
a mí mismo:
son los celos, la envidia,
el asco
al hombre, mi semejante
aborrecible, como yo
corrompido y sin
remedio,
mi querido
hermano y parigual en la
desgracia.
A veces -o mejor dicho:
casi nunca-,
te odio tanto que te veo
distinta.
Ni en corazón ni en alma
te pareces
a la que amaba sólo
hace un instante,
y hasta tu cuerpo cambia
y es más bello
-quizá por imposible
y por lejano-.
Pero el odio también me
modifica
a mí mismo,
y cuando quiero darme
cuenta
soy otro
que no odia, que ama
a esa desconocida cuyo
nombre es el tuyo,
que lleva tu apellido,
y tiene,
igual que tú,
el cabello largo.
Cuando sonríes,
yo te reconozco,
identifico tu perfil
primero,
y vuelvo a verte,
al fin,
tal como eras, como
sigues
siendo,
como serás ya siempre,
mientras te ame.
Carta Sin Despedida, Ángel González.
3 comentarios:
eika!!!como andas?espero que mejor...que dificil la continua reflexion sobre el amor, no?los hombre hacemos loscuras para lo bueno y para lo malo...besote
Tania
ya mis ojos no te ven
ni mis oídos te escuchan
ni una letra escapa de mi pluma
pero esta estúpida melancolía
provoca despojar de mí
este desgraciado amor
convencida que tu recuerdo
consuela
esta soledad abrumante
que al parecer solo yo
siento
Qué lindas palabras Pequitas, Gracias por pasar, un saludo Tania, Urizen!
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